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Tras el rotundo éxito de la primera parte, todos los ojos están puestos en "Wicked: Por Siempre" (el título oficial para Hispanoamérica de Wicked: For Good), programada para estrenarse en noviembre de 2025. Pero detrás de la magia de Ciudad Esmeralda, hay una fascinante historia de producción que explica por qué esta secuela promete ser tan espectacular.
El primer gran movimiento de la productora, liderada por Marc Platt y el director Jon M. Chu, fue la audaz elección de dividir el aclamado musical de Broadway en dos películas. El compositor y letrista Stephen Schwartz explicó que intentar condensar toda la rica narrativa y las complejas subtramas en un solo filme habría sido un "compromiso fatal" para el material original.
"Nos dimos un lienzo más grande para no hacer solo una película de 'Wicked', ¡sino dos!"
Esta decisión estratégica no solo honró la obra, sino que también permitió un desarrollo más profundo de personajes como Elphaba (Cynthia Erivo) y Glinda (Ariana Grande), asegurando que ninguna canción o momento argumental crucial fuera omitido. La elección del título, "Wicked: Por Siempre", es una referencia directa a la icónica canción “For Good”, el clímax emocional que sella el destino de su amistad.
Esta mega-producción a doble escala permitió a la compañía optimizar recursos y mantener al elenco y al equipo sumergidos en el mundo de Oz.
Tras el lanzamiento de la primera película, el director Jon M. Chu retomó el montaje y los efectos especiales de "Wicked: Por Siempre". El proceso de edición fue meticuloso, buscando la continuidad perfecta con la primera entrega. Finalmente, el director confirmó que la post-producción había concluido en octubre de 2025, dejando la película lista para su estreno.
"Wicked: Por Siempre" promete ser una espectacular conclusión, un testimonio del compromiso de la productora por una adaptación fiel, visualmente deslumbrante y emocionalmente poderosa. La complejidad de filmar dos películas a la vez, superar una huelga histórica y manejar una post-producción de esta magnitud subraya por qué esta odisea de producción es casi tan mágica como la propia historia.